Morelia, Michoacán.- El Museo del Estado fue la sede de la sesión organizada por el Seminario de Cultura Mexicana, dentro de la cual el escritor  y poeta Marco Antonio Campos ofreció una conferencia sobre la amistad sostenida por el vate Ramón López Velarde y el pintor Saturnino Herrán.

Marco Antonio Campos agradeció el apoyo de la Secretaría de Cultura de Michoacán, al tiempo que señaló que “Morelia es como una casa y donde hay amigos entrañables”.

Ante la secretaria de Cultura de Michoacán, Silvia Figueroa Zamudio; el  corresponsal del Seminario, Luis Jaime  Cortez,  y el poeta  Neftalí Coria, Marco Antonio Campos expresó que López Velarde y Saturnino Herrán eran dos hermanos enconados, quienes se querían entrañablemente, pero también hubo diferencias, cosa  que la crítica no ha apuntado mucho.

Agregó que del primer círculo de amigos de Ramón López Velarde el único artista de verdadera relevancia, como diría Paul Valery “tenía talento y algo más”, fue el joven pintor Saturnino Herrán.

El escritor cuestionó por qué Herrán, que pintó retratos de varios contemporáneos entre ellos a Pedro de Alba, Manuel Toussaint y Artemio del Valle Arizpe, nunca retrató a López Velarde. “¿Herrán no quiso o no quiso López Velarde?, ¿O como muchas veces pasa está tan próximo el amigo que se piensa que cualquier día de estos puede hacerse?, ¿Pero López Velarde y Herrán fueron siempre como suele repetirse los hermanos del alma?”, señaló.

Marco Antonio Campos se refirió a dos fotografías donde aparecen juntos, pero lejos el uno del otro.  “En la segunda hay un López Velarde que parece mirar con sorna hacia el rostro del Herrán lejano”, indicó, para agregar que “Si fuera por las fotografías nadie podría pensar que fueron íntimos amigos y ni siquiera buenos conocidos”.

Agregó que en su estudio,  López Velarde y Pedro de  Alba vieron pintar a Saturnino la “Leyenda de los volcanes”, “La ofrenda”, “El rebozo”, y desde que empezó en 1914 “Nuestros dioses”, que Saturnino aún en 1918, año de su muerte,  seguía trabajando “hasta donde le dio el alma”.

Pedro de Alba resaltaba la sorprendente capacidad de abstracción imaginativa y desdoblamiento mental de Saturnino pues, Aguilar Campos  citó, “podía charlar y hasta discutir acaloradamente, al mismo tiempo que pintaba y componía sus cuadros”.

Más sorprendente aún si se toma en cuenta la exactitud de la pincelada a decir de Marco Antonio Campos, quien prosiguió a detalle la manera como, al parecer, la amistad entre ambos artistas fue creciendo; amistad que López Velarde compartió en mayor medida según consta en una carta escrita a Pedro de Alba.

En la parte final de su exposición y basándose en los testimonios registrados sobre los hechos, Marco Antonio Campos habló sobre la muerte de Saturnino Herrán y la manera como López Velarde presintió el hecho, la noche del 7 de octubre de 1918.

Para terminar, tras señalar que la amistad de López Velarde y Saturnino Herrán fue espinosa pero muy entrañable, Marco Antonio Campos recordó una anécdota que el escritor Carlos Fuentes relata en su ensayo introductorio acerca de Saturnino Herrán: “El poeta es en magno sentido el compañero andante del pintor, su gemelo enemigo aunque intensamente fraternal”.

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