Melissa García – Morelia, Michoacán

La Revolución Mexicana es historia, memoria e ideología; esa historia refiere a la etapa entre 1910 y 1940, en la que se produjeron reformas que cambiaron profundamente al país, expresó el historiador Eduardo Nomelí Mijangos Díaz, orador oficial del 109º Aniversario del inicio de la Revolución Mexicana.

Como memoria, explicó, la Revolución vive en la tradición, en la forma de pensar y de sentir de millones de personas, pero ello no siempre corresponde a lo que realmente pasó, pues la verdad se mezcla con mitos pero representa un aspecto importante de la cultura popular.

FOTO: ACG

La ideología, por tanto, sirve para designar un pensamiento, una visión que fue utilizada de manera oficial y dominante entre los años de 1940 y al menos hasta 1982, por gobiernos que sólo alimentaron su discurso con el hecho histórico.

Esos gobiernos siguieron usando el nombre y las ideas de la revolución transformadas en mito para amparar una política que era en realidad todo lo contrario, mientras en cada discurso oficial se celebraba la Revolución y se enaltecía a sus héroes, los gobiernos llevaban a la práctica políticas que empobrecían a las mayorías, ahogaban al ejido, y vulneraban las libertades a los derechos de expresión, de manifestación y de organización.

Durante la década violenta de 1910 a 1920 se gestó la transición de una clase dirigente por otra, expuso, los viejos porfiristas fueron desplazados por otros líderes revolucionarios entre los que destacaron los constitucionalistas, como los denominados ‘Sonorenses’, que entre 1920 y 1935 dominaron la política nacional, estableciendo las bases de la construcción de un nuevo Estado.

El periodo cardenista, añadió, tuvo la fuerza suficiente para que emergiendo de ese mismo grupo terminara rompiendo con él Lázaro Cárdenas, que logró con su enorme liderazgo imprimir a su gobierno un sello propio, rescatando los principios de la urgente reforma social y económica, estableciendo la tan anhelada estabilidad que en adelante caracterizó al país, fortaleciendo el espíritu nacionalista de la Revolución Mexicana.

Para Mijangos Díaz ese legado de la Revolución se centró en las significativas reformas que encausaron a nuevas agrupaciones obreras y campesinas hacia una nueva cultura gremial y corporativa, que fueron institucionalizadas en la Constitución y la ley, mientras que las reformas a la educación pública transformaron cualitativamente la condición de entrada de las mayorías, propiciando gradualmente la nueva fisionomía social del México postrevolucionario.

“Hablar en sí de la Revolución Mexicana, es departir de su naturaleza y significado, fruto de la Educación Cívica, las lecturas literarias, la música popular y los discursos políticos que confrontan la imagen de este invaluable periodo histórico”, acotó.

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