Durante años se descuidó y degradó tanto la seguridad pública, que hoy no saben ni tienen cómo enfrentar el problema que más agobia a las mexicanas y mexicanos.

Las corporaciones policiacas locales -está comprobado- no tienen la capacidad ni los recursos, tampoco la capacitación ni el número para ser consideradas como la solución. Ni siquiera al mediano plazo. Todas las áreas de seguridad pagaron el costo de esos años de descuido.

En ese escenario, ¿son las Fuerzas Armadas la única alternativa para intentar frenar la violencia y la incidencia delictiva? En las encuestas que se hacen, la mayoría de los consultados de cualquier parte del país apela a esa posibilidad, confía en el Ejército y la Marina y quieren a los soldados en sus localidades, sobre todo las que más han sufrido los embates de la delincuencia organizada.

Pero esa posibilidad aterra a defensores de derechos humanos, organizaciones y activistas sociales; la militarización de la seguridad pública es el peor de los escenarios, nos dicen, y además, en ninguna parte del mundo está aceptada como una buena decisión. Menos cuando de regímenes democráticos se habla.

Los partidos, dirigentes y legisladores, en tanto, politizan el tema. Debaten sobre escenarios que, paradójicamente, nunca han propiciado y fuera de encendidas declaraciones tampoco ofrecen alternativas.

En esas estamos ahora que se camina en la ruta de crear la Guardia Nacional, propuesta del gobierno de Andrés Manuel López Obrador para dar respuesta a la principal demanda, exigencia nacional: seguridad y tranquilidad. Y si se puede, justicia.

Esa Guardia Nacional estaría integrada por soldados, marinos y policías federales. Tendría mando mixto: el administrativo, civil; el operativo, militar. Toda la organización, capacitación y disciplina serían castrenses.

Mientras se integra y consolida la nueva institución, el presidente Andrés Manuel López Obrador pide que en el proyecto de ley que se analiza en el Congreso de la Unión, se incluya y apruebe que el Ejército y la Marina participen en las tareas de seguridad pública.

Esa posibilidad asusta aún más a defensores de derechos humanos, activistas y organizaciones civiles y no gubernamentales. Los especialistas y analistas en temas de seguridad le atizan y exageran también: algunos ven a la Guardia Nacional como la entrada casi irremediable al infierno dictatorial y la violación constante de garantías y derechos.

¿Y la gente? ¿Qué dicen las mexicanas y los mexicanos de a pie? Las encuestas y foros que se han hecho sobre el tema indican que la mayoría quiere a los marinos y soldados en sus localidades. Confía en ellos.

Así estamos. Ahora sí que entre lo real, lo posible y lo urgente, no hay espacio para lo ideal. Fueron muchos, muchísimos años de descuido y degradación…

Aquí se queda… ¡aquí entre nos!

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