Si lo que hemos visto y escuchado en las últimas semanas es el preámbulo de las campañas electorales de 2018, lo que nos espera es una truculenta ‘guerra’, al final de la cual debemos ir convenciéndonos: difícilmente saldrá el gobierno y los acuerdos que permitan enderezar el rumbo del país, en materia económica y de seguridad, por mencionar los temas que más preocupan a la mayoría de mexicanos.

Las grandes incógnitas que arroja la más reciente confrontación de ‘nuestros’ partidos y legisladores por la destitución del titular de la Fiscalía Especial para Atender Delitos Electorales (FEPADE) evidencia el cochinero que ya es el proceso electoral.

El cruce de acusaciones que se hacen unos contra otros sobre presuntos y probables abusos con el erario público y el enriquecimiento que han alcanzado conspicuos representantes del sistema político mexicano, hacen que crezca la desconfianza de los ciudadanos, que fuera de simpatías e incluso militancia, en realidad carecen de opciones reales, certeras que hagan suponer que la generación de empleos y de oportunidades, así como el combate a la inseguridad, estén en la agenda de los compromisos de quienes hoy se apuntan a la cabeza en la disputa por el poder político.

La manoseada alternativa de los “independientes” dista mucho de haberse consolidado y quienes hoy aparecen en la lista de probables candidatos presidenciales sin partido no son más que personajes de reciente militancia que sólo la abandonaron una vez que las estructuras partidistas se cerraron a sus intereses.

La más publicitada de entre todos ellos, Margarita Zavala de Calderón, es el caso más representativo de que los independientes son “dependientes”: sólo crecerá en la medida que pueda convencer a los panistas que, nominalmente o de facto, jalen con ella.

Ni hablar del resto de los aspirantes a la candidatura “ciudadana”. Sus opciones son tan vagas que, en los hechos, dependerán de qué tanto los haga crecer el propio régimen. Dime con quién juegas y te diré si alcanzas las firmas requeridas para el registro, parece ser la regla del juego que todos aceptan.

Así que a esperar el próximo episodio de las batallas de lodo previas a la “guerra” de 2018: será de locos el intento que harán los partidos por ponerse de acuerdo cuando llamen a nombrar al nuevo fiscal electoral.

Que nadie se sorprenda de lo que de ese proceso salga y se diga. Que nadie espere, tampoco, nada bueno.

Aquí se queda… ¡aquí entre nos!

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