Contra lo que Andrés Manuel López Obrador y sus seguidores creen y pregonan, es el propio tabasqueño quien se convierte en el peor promotor de sus campañas políticas y electorales: sus discursos amenazantes, la falta de claridad de los acuerdos y financiamientos propios y de sus colaboradores, su bipolaridad, la ausencia de procedimientos democráticos para la toma de decisiones y selección de candidatos en su partido y la descalificación, desprecio e insultos con que suele tratar a quien difiere de sus planteamientos son rasgos que siempre lo han acompañado pero que en los últimos años se han agudizado.

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