Damasco, Siria.- Al menos 67 personas han perdido la vida y decenas han quedado heridos por un ataque con un elemento químico la madrugada de este martes en la localidad de Jan Seijun, provincia noroccidental de Idlib (Siria).

“El número de muertos confirmado es 67, veinte de los cuales son niños. Hay alrededor de 200 afectados. Pero todavía el personal está en shock, así que estimo que ésta no será la cifra definitiva”, explica el doctor Mohamed Katoub, coordinador en Turquía de la Asociación Médica Sirio Americana (SAMS), informó El Mundo.

El Observatorio Sirio para los Derechos Humanos culpa del ataque a aviones del ejército sirio o de la aviación rusa, que presuntamente lanzaron proyectiles cargados de gas sarín.

Numerosas imágenes que han trascendido, no verificables independientemente por este medio, muestran los cadáveres de al menos nueve niños, con pruebas visibles de haber sido expuestos a una agresión química. El Observatorio, citando fuentes médicas, asegura que las víctimas de Jan Seijun, un pueblo en manos alzadas, sufrieron vómitos, asfixia y despedían espuma por la boca.

A primera hora de la tarde, según la agencia France Presse, uno de los hospitales que atendía a los heridos, en la zona del ataque, fue bombardeado, así como un mercado en Salquin. El número de víctimas se desconoce. Dos días antes, otro centro médico, en la próxima localidad de Marat al Numan, también sufrió un castigo aéreo, atribuido a aviones leales al gobierno sirio.

Algunas de las víctimas están siendo tratadas en hospitales fronterizos con Turquía. De acuerdo con varias fuentes, entre 20 y 30 ambulancias con heridos aguardan en el lado sirio de la frontera para acceder a suelo turco.

Según el Consejo Local de la ciudad, “familias enteras se asfixiaron mientras dormían” cuando se perpetró el bombardeo, por lo que las ambulancias no pudieron hacer nada cuando llegaron. El presidente del Consejo de la urbe, Osama al Siada relató que aviones sirios efectuaron cuatro bombardeos con proyectiles que contenían gas cloro y gas sarín en varias áreas de Jan Seijun. “Tres fueron contra viviendas de civiles en el barrio del Norte y el cuarto, contra el centro de la población”, indicó.

Numerosas imágenes que han trascendido, no verificables independientemente por este medio, muestran los cadáveres de al menos nueve niños, con pruebas visibles de haber sido expuestos a una agresión química. El Observatorio, citando fuentes médicas, asegura que las víctimas de Jan Seijun, un pueblo en manos alzadas, sufrieron vómitos, asfixia y despedían espuma por la boca.

Una cuenta de Twitter cuyo propietario se identifica como Shajul Islam, médico, ha compartido a lo largo de la mañana una serie de vídeos, grabados por él mismo, en los que desmiente, a través de sus prácticas de diagnóstico, un ataque con gas cloro. “Los pacientes no huelen a cloro”, dice en una de las grabaciones. “Las pupilas no reaccionan a la luz”, ha mostrado, como consistencia con una intoxicación con gas sarín.

La Coalición Nacional Siria, la principal institución opositora reconocida internacionalmente, ha instado al Consejo de Seguridad de la ONU a “convocar una reunión de emergencia […] abrir una investigación inmediata y adoptar las medidas necesarias para asegurar que los funcionarios, los perpetradores y sus respaldos rindan cuentas”.

“El fracaso para llevarla a cabo será entendido como un mensaje de consentimiento de las acciones del régimen”, ha advertido la CNS en un comunicado. Según la organización, el “régimen del criminal Bashar” es el responsable de “llevar a cabo este ataque, usando ‘carcasas que contienen gas químico'”. No han especificado de cuál se trata.

Varios países y organismos internacionales, entre ellos Human Rights Watch, han acusado al gobierno de emplear armas químicas contra la población civil. Damasco siempre ha negado su empleo. Tras un ataque con gas sarín en el distrito damasceno de Guta, el 21 de agosto de 2013, el Ejecutivo de Bashar Asad accedió, con el beneplácito de EEUU y Rusia, a deshacerse de su arsenal declarado de armas químicas.

Posteriormente, las fuerzas leales a Asad han empleado contra zonas opositoras cloro en gas, un elemento asfixiante capaz de matar en lugares cerrados, aunque menos letal que otros químicos usados como arma. La ingente cantidad de muertos que ha dejado el ataque de este martes indica que otro elemento más mortífero podría haber sido el disparado contra Jan Seijun.

Conferencia de donantes en Bruselas

La matanza coincide con el inicio, en Bruselas, de una conferencia de donantes para sufragar el desastre sirio reconstruyendo el país. La organiza la Unión Europea con el apoyo de Noruega, Qatar, Kuwait y la ONU. Naciones Unidas ha solicitado 7.000 millones y medio de euros para abordar una de las mayores catástrofes humanitarias de nuestra era. Las expectativas de éxito son nimias.

La UE también quiere aprovechar esta cita para respaldar el proceso de paz coordinado por el enviado de la ONU, Staffan de Mistura, en horas bajas. En paralelo, Rusia, Irán y Turquía median en la mesa de Kazajistán para mantener un alto al fuego que hoy es más imaginario que tangible. En su última reunión los delegados opositores sirios se negaron a participar denunciando ataques en áreas alzadas.

Tras perder Alepo a finales de diciembre, a los opositores a Asad, una amalgama de milicias, muchas de ellas islamistas, el mayor territorio que les queda es la provincia de Idlib. Las fuerzas oficialistas, entre las que hay el ejército ruso, el sirio, la infantería del partido libanés Hizbulá y milicias patrocinadas por Irán, mantienen el control sobre las principales ciudades sirias.

El cambio de posición de EEUU

Esta situación, con la oposición armada en clara desventaja, ha venido acompañada de una inesperada llamada de EEUU a que “los sirios decidan el futuro” de Asad. En contraposición al respaldo tibio de la Administración Obama, que exigía a Asad abandonar el poder, Trump ha dejado claro, a través de las palabras de su secretario de Estado Rex Tillerson, que lo que Asad haga ya no es de su incumbencia.

Este giro coloca al Gobierno de Donald Trump más cerca a las tesis de Rusia, y enajena a Bruselas, que sigue insistiendo en que no hay pacificación posible si el presidente sirio no da un paso al lado. Asad gobierna Siria desde el año 2000, tras la muerte de su padre Hafez, que llegó al poder tras sucesivos golpes de Estado. Gana elecciones con abultados resultados y en ausencia de oposición frontal.

A pesar de la debilidad de los alzados, que han recibido apoyo armado de varios países del Golfo Pérsico, de Turquía y de EEUU, estos renovaron una nueva ofensiva el 21 de marzo en el noroeste sirio. El Comité de Liberación del Levante, la última reencarnación de la filial de Al Qaeda en Siria, inició el ataque, que cuenta, además, con el respaldo de fuerzas tanto moderadas como islamistas.

La ofensiva, destinada a alcanzar la capital provincial de Hama, empezó con rápidas ganancias para la oposición, pero fue velozmente repelida por los leales al gobierno, que lograron recuperar el 90% del territorio perdido. El ataque, sin embargo, dio cuenta de la todavía capacidad de fuego opositora. Jan Seijun, donde ocurrió el ataque químico, se sitúa justo en la retaguardia de esta ofensiva.

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