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Estamos ante lo que puede ser el inicio de una brutal y desquiciante persecución y criminalizacion de inmigrantes en Estados Unidos. No es que las deportaciones sean una novedad, lo alarmante es la xenofobia y la amenaza. Donald Trump y su secretario de Seguridad Interna, John Kelly, no dejan espacio al optimismo: sobre de ellos y sin piedad, parece ser su consigna.

Ayer, en una nota oficial, Kelly celebró el resultado de la primer redada de la semana pasada: 680 detenidos, de los cuales, “el 75 por ciento son criminales, que han sido acusados de homicidio, abuso sexual, tráfico de drogas, desórdenes, conducir en embriaguez y posesión ilegal de armas”.

El funcionario ya ‘sentenció’ a los detenidos y, como ha sido la estrategia trumpiana, con declaraciones sensacionalistas intenta pegar fuerte en el ánimo de los estadounidenses a los que “devolverá su tranquilidad”.

Las cifras no son precisas ni oficiales aún, pero el número de mexicanos detenidos la semana pasada, rondaría los cien. Podría ser mayor si se considera que el grueso de las acciones contra inmigrantes se registró en ciudades históricamente con olor y color mexicano: Los Ángeles, Chicago, San Antonio, Atlanta y Nueva York.

Ya desde el domingo, en Twitter, Trump se anticipaba al festejo de sus acciones. Presumió: “la avanzada contra el crimen es apenas el cumplimiento de mi promesa de campaña. ¡Miembros de pandillas, vendedores de drogas y otros están siendo removidos!”. Kelly lo secundó: “hemos detenido a 680 inmigrantes que eran una amenaza para la seguridad pública, la seguridad de la frontera y la integridad de nuestro sistema migratorio”.

Informada y descrita por sus propios ejecutores, esta es parte de la realidad que están viviendo los migrantes en Estados Unidos. Sin eufemismos: viven amenazados y conforme pasan las semanas el temor y el miedo los hacen sus presas. Son el blanco de Trump y ellos lo saben.

Ese es el problema real con el que tendrá que lidiar el gobierno mexicano en la llamada era Trump. E insistimos: no es que las deportaciones sean una novedad; lo grave está en las formas, la agresividad, la brutalidad que se distingue a leguas de distancia y el empeño trumpiano por criminalizar a las comunidades de migrantes.

Problema mayúsculo si se considera, además, que en el caso de los mexicanos trabajadores en Estados Unidos, la mayoría lo está pensando en regresar a México. El apoyo que requieren y exigen es para quedarse allá, como nítidamente se planteó el sábado pasado en Phoenix, Arizona, durante una reunión entre migrantes y funcionarios mexicanos organizada por la iniciativa “Agenda Migrante”.

Su apuesta es por la permanencia allá, donde tienen trabajo y han encontrado un modo de vida; la apuesta y la pelea es contra las políticas punitivas de Trump y la criminalizacion de los trabajadores indocumentados. Ese es el punto.

Lo aberrante está en el fantasma del fascismo que ronda la Casa Blanca.

Si, se trata del instinto de sobrevivencia frente a la brutalidad de Trump.

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