Que se la compren los que no lo conocen o los que no hayan padecido alguno de sus despóticos e insultantes arranques. ¿Andrés Manuel López Obrador respetuoso de los medios informativos y tolerante a la discrepancia? Ni en sueños.

En un video que difundió en sus redes sociales, ayer el tabasqueño se aventó esta puntada: con el triunfo de Morena en 2018 “se va a garantizar el derecho a disentir; nadie será espiado, censurado o reprimido. Habrá libertad de expresión”.

¡Cuánto cinismo! ¿Cómo es que este hombre que con sus descalificaciones e improperios, incluso en la plaza pública, llama prácticamente al linchamiento de medios y periodistas que no le gustan o se ajustan a su línea, se atreve a decir que lo suyo es el respeto?

No han pasado ni dos meses que, esquizofrénico, calificó a la mayoría de la prensa mexicana de “inmunda”; acusó a los directivos del periódico Reforma de recibir “cochupos”; a El Universal lo identificó como “pasquín del régimen”; al periodista José Cárdenas lo insultó diciéndole “calumniador”; a Carmen Arestegui le quiso dar clases de buena conducta y comportamiento, y explotó contra reporteros de Veracruz, señalándolos de estar “maiceados” por el gobierno de Miguel Ángel Yunes y de vivir del “frijol con gorgojo” que les daban a sus jefes y directivos.

Sí, todo eso hace menos de dos meses. En este mismo periodo hay que recordar también que cuando ‘estalló’ la noticia sobre el espionaje a periodistas y activistas de derechos humanos, el de Macuspana se quiso hacer el chistosito declarando por todos lados que el colmo era espiar incluso a “periodistas al servicio del régimen”.

Andrés Manuel es intolerante; es su perfil político. Cualquiera que lo conoce lo sabe. Lo dicen aun los morenistas que, fieles y convencidos por una u otra razón, lo tratan y saben de su mano pesada.

Ese perfil se proyectó a su máxima expresión a raíz del episodio de su desafuero en 2005 -aberración y estupidez de Vicente Fox, hay que decirlo-, cuando se le martirizó, luego se le santificó y finalmente se le endiosó.

Ya no hubo forma de contenerlo. Hoy el verdadero López Obrador es el intolerante a la crítica; el convencido del poder unipersonal, porque él y sólo él tiene la razón; el que acredita o descalifica. El que cree que todo aquel que no piensa como él, está vendido, es corrupto, es ignorante o pertenece a la mafia en el poder.

Así es, seguidores de Andrés Manuel: su líder puede tener las virtudes que quieran. Pero una que si no tiene y nunca tendrá es la de la tolerancia.

Aquí se queda… ¡aquí entre nos!

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